Cuento XXX
Lo que sucedió al Rey Abenabet de Sevilla con Romaiquía, su mujer
Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo:
-Patronio, mirad lo que me sucede con un hombre: muchas veces me pide que lo ayude y lo socorra con algún dinero; aunque, cada vez que así lo hago, me da muestras de agradecimiento, cuando me vuelve a pedir, si no queda contento con cuanto le doy, se enfada, se muestra descontentadizo y parece haber olvidado cuantos favores le he hecho anteriormente. Como sé de vuestro buen juicio, os ruego que me aconsejéis el modo de portarme con él.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, me parece que os ocurre con este hombre lo que le sucedió al rey Abenabet de Sevilla con Romaiquía, su mujer.
El conde le preguntó qué les había pasado.
El conde le preguntó qué les había pasado.
-Señor conde -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con Romaiquía y la amaba más que a nadie en el mundo. Ella era muy buena y los moros aún la recuerdan por sus dichos y hechos ejemplares; pero tenía un defecto, y es que a veces era antojadiza y caprichosa.
Sucedió que un día, estando en Córdoba en el mes de febrero, cayó una nevada y, cuando Romaiquía vio la nieve, se puso a llorar. El rey le preguntó por qué lloraba, y ella le contestó que porque nunca la dejaba ir a sitios donde nevara. El rey, para complacerla, pues Córdoba es una tierra cálida y allí no suele nevar, mandó plantar almendros en toda la sierra de Córdoba, para que, al florecer en febrero, pareciesen cubiertos de nieve y la reina viera cumplido su deseo.
Y otra vez, estando Romaiquía en sus habitaciones, que daban al río, vio a una mujer, que, descalza en la glera, removía el lodo para hacer adobes. Y cuando la reina la vio, comenzó a llorar. El rey le preguntó el motivo de su llanto, y ella le contestó que nunca podía hacer lo que quería, ni siquiera lo que aquella humilde mujer. El rey, para complacerla, mandó llenar de agua de rosas un gran lago que hay en Córdoba; luego ordenó que lo vaciaran de tierra y llenaran de azúcar, canela, espliego, clavo, almizcle, ámbar y algalia, y de cuantas especias desprenden buenos olores. Por último, mandó arrancar la paja, con la que hacen los adobes, y plantar allí caña de azúcar. Cuando el lago estuvo lleno de estas cosas y el lodo era lo que podéis imaginar, dijo el rey a su esposa que se descalzase y que pisara aquel lodo e hiciese con él cuantos adobes gustara.
Otra vez, porque se le antojó una cosa, comenzó a llorar Romaiquía. El rey le preguntó por qué lloraba y ella le contestó que cómo no iba a llorar si él nunca hacía nada por darle gusto. El buen rey, viendo que ella no apreciaba tantas cosas como había hecho por complacerla y no sabiendo qué más pudiera hacer, le dijo en árabe estas palabras: «Wa la mahar aten?»; que quiere decir: «¿Ni siquiera el día de lodo?»; para darle a entender que, si se había olvidado de tantos caprichos en los que él la había complacido, debía recordar siempre el lodo que él había mandado preparar para contentarla.
-Y así a vos, señor conde, si ese hombre olvida y no agradece cuanto por él habéis hecho, simplemente porque no lo hicisteis como él quisiera, os aconsejo que no hagáis nada por él que os perjudique. Y también os aconsejo que, si alguien hiciese por vos algo que os favorezca, pero después no hace todo lo que vos quisierais, no por eso olvidéis el bien que os ha hecho.
Al conde le pareció este un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.
Y viendo don Juan que esta era una buena historia, la mandó poner en este libro e hizo los versos, que dicen así:
Por quien no agradece tus favores,
no abandones nunca tus labores.
no abandones nunca tus labores.
Así es mi sumisa, creo que este cuento te es perfectamente aplicable: a tu Amo lo juzgarás, no por un detalle, sino que deberás recordar todo su comportamiento en conjunto y la entrega en su Dominación.
Stel_sum mujer que lindo cuento y da para pensar. A veces creo que no valoramos lo que nos dan o lo que tenemos hasta que lo perdemos. Y eso no es bueno. Una porque pareciera que nada nos alcanza para ser feliz, y es mentira, si eso pasa el problema está en nosotras y no en el otro y por otro lado a veces las cosas que se pierden no se pueden recuperar. Así que hay que estar bien atentas, escuchar nuestro corazón, y saber apreciar los pequeños momentos de la vida.
ResponderEliminarTe lo digo y me lo digo porque somos bastante parecidas y yo también caigo en esas actitudes algunas veces y me ahogo en un vaso de agua. Cuando leí el post anterior parecía como que me estaba leyendo porque yo soy de tener arranques emocionales o de tanada como vos contás. La enorme paciencia de DonPappo y los años que llevamos juntos hacen que no pasen a más. Cuando todo se enfría hablamos y ya. Nunca tomar una decisión en caliente. Bueno niña perdoname el rollo. Un abrazo y a valorar los detalles. Mis respetos a tu Señor.
“Quien no es feliz con poco no lo será con mucho.”Lao Tse.
ResponderEliminarEncontré esta frase en este blog http://leyendas-de-oriente.blogspot.com/
Tienen uno cuentos que a mí me gustan mucho y dejan mucha enseñanza. Un abrazote.
Precioso cuento niña
ResponderEliminarves contigo siempre aprendo algo,
Besazo niña
Morgan de ningun modo me ha parecido un rollo tu opinión, al contrario al leerte, me he sentido muy identificada y acompañada. Y me alegra saber que a más de una de nosotras, le cuesta cambiar actitudes, y que el dialogo es nuestro aliado más fuerte....
ResponderEliminarUn besazo y mis respetos a DonPappo, que al igual que mi Señor debe tener también una santa paciencia... jajaja.
Malisima, gracias... pero soy yo la que aprendo cada dia de vosotras, y no al reves.
Un besazo para ti también....